sábado, 31 de marzo de 2012

El que sabe, sabe

..y el que no sabe es jefe.
Como todo dicho popular este seguramente encierra algo de verdad, y cualquiera de nosotros puede poner más de un ejemplo que lo corrobore. Además también es posible que las causas que hayan determinado esta situación sean de altísima variabilidad, pudiendo ir de un deficiente proceso de selección técnica hasta un maquiavélico plan de destrucción o desacreditación de estamentos, y también es probable que cualquiera de nosotros tenga hipótesis para cada caso individual y en general.
No creo que haga falta desarrollar el concepto de jefatura para saber que en sistemas verticalistas esa figura puede ser decisiva en el funcionamiento de una organización o estructura, y esto trae aparejado consecuencias imprevisibles. Y digo esto porque los humores diarios, las experiencias vividas, los amiguimos, la capacidad para soportar presiones y otros factores más de tono variable, determinan la direccionalidad de políticas y de acciones que, de esta manera, no podrán anticiparse.
Ahora bien, podemos intentar llegar a la cúspide de esas estructuras con los mejores, mejorando sistemas tales como concursos, controlando así que las capacidades técnica teóricas de quienes lleguen a cargos jerárquicos sean las correctas. Pero jamás podremos controlar la impronta personal y podrá ser jefe el que más sabe, pero eso tampoco nos aseguraría previsibilidad y coherencia.
Creo que es momento de pensar en estructuras más horizontales, haciendo realidad la tan mentada "participación" pero de modo real, deliverativa y ejecutiva y no tan delegativa. Claro que cambiar la lógica de ley de gallinero será un proceso de tiempos prolongados. Pero es realizable, depende solo de nosotros y tiene la enorme ventaja que las consecuencias nunca pueden ser peores que las devenidas del verticalismo por la sencilla razón que en un sistema participativo el que sabe aporta y comparte sus ideas, que serán bien recepcionadas cuando no estén teñidas con ningún condimento que realce miserias personales, lo que se traduce en un perfecto sistema de autocontrol.
Obviamente que no estoy diciendo ni inventando nada nuevo, solo quería incentivar la discusión respecto a esto que ha dado frutos interesantísimos en experiencias tales como los presupuestos municipales participativos o las políticas de salud comunitaria que se han llevado a cabo en distintos lugares.

2 comentarios:

  1. Prueba para comentarios
    Sería muy bueno la identificación

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  2. Pablo, porque no replantear algún cambio en nuestras organizaciones.
    Si se baja a las bases de las mismas vamos a encontrar que las fortalezas, valores, y otras características de las personas varían extremadamente, lo cual lleva a muchas de estas a fracasar, y este fracaso no se ve en que no se pueda hacer tal o cual cosa sino en la perdurabilidad de su visión como organización, esto es la falta de una visión compartida, genuina de sus integrantes. Con el tiempo la diversidad de sus integrantes suele generar incongruencias en su funcionamiento que llevan al fracaso como organización en si misma.
    Intentar crear organizaciones que funcionen en todos lados igual sin tener noción de los factores culturales (E Schein) en las que estas residen también considero que es un también un terrible error del sistema, debemos abandonar los moldes, existen diferencias culturales que están sobradamente estudiadas para comprender que lo que funciona bien en Paraná o Buenos Aires no funcionará en Corrientes y etc, me pregunto reiteradamente por qué razón personajes llegados a un cargo por decisión política o a un municipio por poder político toman decisiones trascendentales para una comunidad con el único sustento de la ignorancia.
    Lamentablemente, creo, que existe una notable tendencia de los dirigentes, políticos o no, a querer ejercer un liderazgo absolutista sin ver sus reales aptitudes como administrador. P Drucker en “La administración de uno mismo” dice “muchas personas creen saber para qué son buenas. Pero, en general, se equivocan. Con frecuencia saben para qué no son buenas y, aun en ese caso, son más las equivocadas que las que están en lo cierto”. Plantear organizaciones inteligentes podría ser una opción, saber que eso implicar abandonar en el arco político el clientelismo es el desafío.
    Claudio Jacobo

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